domingo, 21 de novembro de 2010

UNIVERSIDAD DE MACKENZIE: EN DEFENSA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN RELIGIOSA


Fue lanzado un proyecto de ley en Brasil (PL 122/2006) con el objetivo de “combatir la homofobia”. El proyecto caracteriza como crimen “cualquier acción (…) intimidatoria o vejatoria, de orden moral, ético, filosófico o psicológico” que involucre al homosexualismo. Con base en este proyecto, activistas homosexuales de Brasil iniciaron oposición activa a psicólogos cristianos que ofrecen tratamiento para quien desee dejar la homosexualidad (como Rozangela Justino) y a pastores que aconsejen públicamente a sus fieles a rechazar la orientación homosexual (como el Reverendo Luterano Ademir Kreutzfeld). En 2007, los evangélicos y cristianos en general consideraron que, en caso de que la ley viniera a ser aprobada, serían castigados por tratar públicamente el homosexualismo como pecado, lo que contaría la libertad de expresión religiosa prevista en la Constitución Brasilera. Así, la Universidad Presbiteriana Mackenzie, institución centenaria de enseñanza superior (universitaria), con más de 45 mil alumnos, que tiene como socia vitalicia la Iglesia Presbiteriana del Brasil, publicó en su web parte de un posicionamiento tomado por la denominación de la Iglesia Presbiteriana de Brasil acerca del tema, esa publicación tuvo la firma de su canciller, Rev. Augustus Nicodemus Gomes Lopes. Recientemente, el texto y la institución vienen siendo acusados de homofobia por los movimientos gay, con amplío apoyo de los medios. La posición es destorcida y presentada como si hubiese una “pretensión al derecho de ser homofóbico”. La foto del Rev. Augustus está siendo mostrada en varias web gay en internet, acompañadas de palabras de odio y comentarios desmoralizadores dirigidos a él, a los evangélicos y a la Biblia.

Por tanto, nosotros, los evangélicos brasileros, suplicamos las oraciones y apoyo de los cristianos de otros países, al mismo tiempo que decidimos emitir el siguiente manifiesto, del cual pedimos amplia divulgación:

Nosotros, de varias denominaciones cristianas, venimos a dar solidaridad a la iglesia Presbiteriana, a la Mackenzie y a su canciller. Nosotros nos levantamos contra el uso indiscriminado del término “homofobia”, que pretende aplicase tanto a los asesinos, agresores y discriminadores de los homosexuales como a líderes religiosos cristianos que, a la luz de la Escritura Sagrada, consideran la homosexualidad un pecado. Ahora, nuestra libertad de consciencia y de expresión no nos puede ser negada, ni confundida con violencia. Consideramos que mencionar pecados para llamar a los hombres a un arrepentimiento voluntario es parte integral del anuncio del Evangelio de Jesucristo. Ningún discurso de odio puede pisotear la predicación del amor y de la gracia de Dios.

Como cristianos, tenemos el mandato bíblico de ofrecer el Evangelio de la salvación a todas las personas. Jesucristo murió para salvar y reconciliar al ser humano con Dios. Creemos, de acuerdo con las Escrituras, que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Somos pecadores, todos nosotros. No existe una división entre “pecadores” y “no-pecadores”. La Biblia presenta largas listas de pecado e informa que sin el perdón de Dios el hombre está perdido y condenado. Sabemos que son pecado: “inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas,adoran ídolos y practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones” (Gálatas 5.19). En su interpretación tradicional e histórica, las Escrituras judeo-cristianas tratan la conducta homosexual como un pecado, como demuestran los textos de Levíticos 18.22; 1 Corintios 6.9-10; Romanos 1.18-32, entre otros. Si queremos el arrepentimiento y la conversión del perdido, necesitamos nombrar también ese pecado. No deseamos cambio de comportamiento por fuerza de ley, pero sí, la conversión de corazón. Y la conversión de corazón no es presión externa, sino por la acción graciosa y persuasiva del Espíritu Santo de Dios, que, como enseñó el Señor Jesucristo, convence “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16.8).

Queremos así asegurarnos que la eventual aprobación de leyes llamadasanti-homofobia no nos impedirá extender esa invitación libremente a todos, una invitación que también puede ser rechazada. No estamos a favor de ningún tipo de ley que prohíba la conducta homosexual; de la misma forma, somos contrarios a cualquier ley que atente contra el principio claro a la sociedad brasilera: la libertad de consciencia. La Constitución Federal (artículo 5°) asegura que “todos son iguales delante de la ley”, “estipula ser inviolable la libertad de consciencia y de creencia” y “estipula que nadie será privado de derechos por motivo de creencia religiosa o de convicción filosófica o política”. También nos oponemos a cualquier fuerza exterior –intimidación, amenazas, agresiones verbales y físicas- con miras al cambio de mentalidad. No aceptamos que la criminalización de la opinión sea un instrumento válido para transformaciones sociales, pues, además de inconstitucional, fomenta una indeseable onda de autoritarismo, hiriendo las bases de la democracia. Así como no buscamos reprimir la conducta homosexual por esos medios coercitivos, no queremos que los mismos medios sean utilizados para que dejemos de predicar lo que creemos. Queremos mantener nuestra libertad de anunciar el arrepentimiento y el perdón de Dios públicamente. Queremos sustentar nuestro derecho de abrir instituciones de enseñanza confesional, que reflejan la cosmovisión cristiana. Queremos garantizar que la comunidad religiosa pueda expresarse sobre todos los asuntos importantes para la sociedad.

Manifestamos, por tanto, nuestro total apoyo al pronunciamiento de la Iglesia Presbiteriana de Brasil (http://www.ipb.org.br/noticias/noticia_inteligente.php3?id=808) reproducido en la web de la Universidad Presbiteriana Mackenzie. Si activistas homosexuales pretenden criminalizar la postura de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, deben prepararse para confrontar igualmente a la Iglesia Presbiteriana del Brasil, a las iglesias evangélicas de todo el país, y a la Iglesia Católica Apostólica Romana, a la Congregación Judía del Brasil y, en última instancia, censurar las propias Escrituras judeo-cristianas. Individuos, grupos religiosos e instituciones tienen el derecho garantizado por ley de expresar su confesionalidad y su consciencia sujetas a la Palabra de Dios. Nos paramos firmemente para que esa libertad no nos sea quitada.

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